Como han puesto de manifiesto desde hace años reiteradamente multitud de análisis sobre el desarrollo de la ciencia en el mundo, los vecinos y los grandes productores son los mayores colaboradores científicos en el mundo. Los científicos primero colaboran con los próximos y con los que producen mucho. El mapa de la colaboración científica entre países en el mundo evidencia con mucha claridad este hecho.
Pero también resulta muy evidente que el concepto de proximidad no debe entenderse solamente desde una perspectiva geográfica. También son próximos aquellos científicos que, aún estando físicamente muy distantes, pertenecen a dominios con claros vínculos culturales, lingüísticos e históricos. Esto explicaría, por ejemplo, que en África podamos encontrar colaboraciones más intensas entre países arabófonos, francófonos o anglófonos más allá de las vecindades existentes entre ellos.
De igual forma, en el ámbito iberoamericano deberíamos ser capaces de encontrar señales inequívocas de tendencia a la colaboración preferente en el interior de la región (Consulta Latinoamérica: producción científica y tendencias de crecimiento). Probablemente esta podría ser un síntoma claro de la existencia de un espacio iberoamericano de la ciencia que amerita el desarrollo de políticas sincrónicas entre los diferentes países de la región para coordinar el fomento de la ciencia en una zona del mundo con tantos elementos comunes de partida. Indudablemente esto refuerza el papel de los organismos trasnacionales en la región como instrumentos impulsores de estas políticas coordinadas.
El triángulo formado en esta georreferenciación de las relaciones científicas entre países de Latinoamérica, Europa occidental y Norte América señala con claridad que los países iberoamericanos colaboran preferentemente entre sí y con los grandes productores de conocimiento científico en el mundo. Esta preferencia regional en las colaboraciones hace pensar que, más allá de los factores culturales e históricos que puedan explicar el fenómeno, la región podría apalancarse en sus comunalidades para convertirse en una potencia mundial en lo que a generación de conocimiento científico se refiere.
Colaboración científica en Iberoamérica
El desarrollo de este Espacio Iberoamericano del Conocimiento necesita de políticas comunes, de presupuestos suficientes y de una opinión pública que valore y respalde el impulso al desarrollo de esas políticas. La situación actual es terreno abonado para avanzar en este proceso. Los éxitos que ha tenido el mundo de la ciencia en la lucha contra la pandemia pone de manifiesto que sólo los países del mundo que más recursos están dedicando a la ciencia están en condiciones de afrontar estos problemas globales y que sólo esfuerzos coordinados a nivel mundial serán realmente útiles.
Por esto precisamente un espacio multinacional como el iberoamericano tiene la capacidad de contribuir al desarrollo del conocimiento científico mundial y, de paso, contribuir también al desarrollo socioeconómico de los países que lo integran. En definitiva, la colaboración intrarregional será un buen mecanismo para superar las dificultades en términos de recursos económicos para la ciencia que tiene la mayoría de los países de la región con tasas de inversión en ciencia muy reducidas.
Atilio Bustos González
Senior Consultant en SCImago Research Group
https://orcid.org/0000-0002-0822-2869
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